Leonor Rojas, apodada «La Compasiva de la Alhambra,» fue una figura legendaria que vivió en la Península Ibérica durante el siglo XVI. Nacida en el año 1540 en la ciudad de Granada, Leonor dejó una huella imborrable en la historia de la región a través de sus actos de bondad y compasión. Falleció en el año 1605, en la misma ciudad en la que nació, dejando un legado de humanidad y amor por su prójimo.
En su juventud, Leonor era una mujer de belleza inigualable. Sus ojos, de un azul profundo, irradiaban calidez y comprensión. Su cabello, de un castaño dorado, caía en rizos suaves sobre sus hombros. Tenía una piel pálida y suave, y su nariz recta y labios carnosos realzaban aún más su rostro angelical. Sus cejas perfectamente arqueadas enmarcaban unos ojos expresivos que transmitían empatía y ternura. Vestía con modestia pero con elegancia, con vestidos de seda y encaje que realzaban su belleza natural.
La vida de Leonor estuvo marcada por su dedicación a ayudar a los menos afortunados. En una época en la que la pobreza y la desigualdad eran moneda corriente, Leonor se destacó por su generosidad y compasión. Pasaba horas cada día visitando hospitales y asilos, consolando a los enfermos y ancianos, y proporcionando alimento y refugio a los necesitados.
Leonor también se destacó por su compromiso con la educación. Fundó una pequeña escuela en el barrio de Albaicín, donde enseñaba a los niños a leer, escribir y aprender habilidades que les permitieran un futuro mejor. Su dedicación a la educación de los jóvenes fue fundamental para mejorar la calidad de vida en su comunidad.
Una anécdota que se cuenta sobre Leonor es la vez que organizó un banquete para los mendigos de la ciudad en pleno corazón de la Alhambra. Invitó a cientos de personas necesitadas y les sirvió una comida abundante y deliciosa. Fue un evento que dejó una impresión duradera en la memoria de quienes asistieron, y se convirtió en una tradición anual que continuó mucho después de su muerte.
Leonor tenía una pasión por la música y la danza. A menudo organizaba bailes en las plazas de Granada, invitando a todos a unirse y celebrar la alegría de la vida. En una ocasión, durante uno de estos bailes, comenzó a llover fuertemente, pero en lugar de buscar refugio, Leonor y los demás continuaron bailando bajo la lluvia, riendo y disfrutando del momento.
Los últimos años de Leonor estuvieron marcados por la soledad, ya que nunca se casó ni tuvo hijos. Sin embargo, su legado de compasión y amor por la humanidad perduró. Al final de su vida, se decía que tenía visiones de ángeles que venían a llevarla al cielo, donde encontraría la paz eterna.
Leonor Rojas, «La Compasiva de la Alhambra,» fue una figura querida y recordada en la historia de Granada. Su legado de compasión y generosidad perdura en la memoria de todos aquellos a quienes tocó con su amor por el prójimo.