Isabel López, conocida como «La Defensora de los Bosques Ibéricos,» fue una destacada activista y naturalista que vivió en la Península Ibérica en el siglo XVIII. Nació el 3 de mayo de 1750 en un pequeño pueblo de la Sierra de Gredos, cerca de lo que hoy es Ávila, España, y falleció el 18 de julio de 1835 en su casa en el bosque que tanto amaba. Su vida estuvo marcada por su incansable lucha por la preservación de la naturaleza y su profundo amor por los bosques ibéricos.
Isabel era una mujer de estatura media, con cabello castaño oscuro que caía en ondas suaves sobre sus hombros. Sus ojos verdes brillaban con pasión cuando hablaba de su causa, y su piel tostada por el sol reflejaba su tiempo pasado al aire libre. Vestía con sencillez, prefería ropas hechas de materiales naturales y siempre llevaba consigo una cinta verde, que simbolizaba su compromiso con la conservación de los bosques.
Desde su juventud, Isabel López mostró un profundo amor por la naturaleza. Pasaba horas explorando los bosques de Gredos, estudiando la flora y fauna local. Durante una de sus expediciones, descubrió una especie de mariposa endémica que lleva su nombre, «Isabelia gredensis.» Esta importante contribución a la entomología marcó el comienzo de su legado como naturalista.
A lo largo de su vida, Isabel luchó contra la deforestación y la explotación descontrolada de los recursos naturales en la Península Ibérica. Fundó la Sociedad para la Protección de los Bosques Ibéricos en 1795, la primera organización de este tipo en la región. Organizó protestas pacíficas, escribió extensamente sobre la importancia de los bosques y trabajó incansablemente para concienciar a la sociedad sobre la necesidad de preservar estos ecosistemas únicos.
Una historia surrealista de la vida de Isabel involucra a una manada de jabalíes que la siguieron durante días mientras realizaba un estudio de campo en los bosques de Gredos. Aunque al principio esto la asustó, pronto estableció una conexión especial con los animales y llegó a considerarlos sus guardianes espirituales. Durante su vida, afirmó que los jabalíes le revelaron secretos sobre la naturaleza que nadie más conocía.
Isabel López fue una persona influyente que se relacionó con figuras destacadas de su tiempo, como el naturalista español Félix de Azara y la escritora británica Mary Wollstonecraft. Aunque nunca se casó ni tuvo hijos, dejó un legado duradero en la conservación de los bosques ibéricos.
La muerte de Isabel es un misterio. Según se cuenta, desapareció en su casa en el bosque una noche de tormenta en 1835. Su cuerpo nunca fue encontrado, y la única pista que dejó fue una nota que decía: «He vuelto a los brazos de la naturaleza.»