Beatriz de Luna, conocida por su corazón generoso, nació en el año 1240 en Sevilla, Andalucía. Su vida se apagó en 1315 en la misma ciudad que la vio nacer. Beatriz fue una mujer de singular belleza, con ojos de un azul profundo que reflejaban la serenidad de su alma. Su cabello largo y oscuro caía en ondas suaves sobre sus hombros, y siempre vestía con sencillez, prefiriendo túnicas de colores suaves que acentuaban su tez pálida y radiante sonrisa.
La vida de Beatriz estuvo marcada por su inquebrantable compromiso con los menos afortunados. Desde joven, dedicó su tiempo y recursos a ayudar a los necesitados de Sevilla. Fundó un refugio para huérfanos y mendigos, proporcionándoles comida, refugio y educación. Además, desarrolló un sistema de riego que mejoró la agricultura de la región, aliviando la hambruna que asolaba a los campesinos.
A lo largo de los años, Beatriz se convirtió en una consejera respetada por los monarcas de la época, incluyendo a Alfonso X de Castilla. Su sabiduría y compasión la llevaron a desempeñar un papel crucial en la resolución de conflictos y la promulgación de leyes justas. También se destacó como escritora y poeta, creando obras que inspiraban a la gente a vivir con generosidad y amor.
Una anécdota peculiar sobre Beatriz es que solía llevar una pequeña ardilla como mascota. La ardilla, a la que llamaba «Saltarina», solía acompañarla a todas partes y se convirtió en una figura querida en la ciudad. Se decía que Saltarina tenía el don de predecir el clima y que, en ocasiones, se comunicaba con Beatriz de manera casi mágica.
Beatriz conoció a una variedad de personajes notables de su época, incluyendo a Ibn Arabi, el famoso filósofo y poeta andaluz. A pesar de su compromiso con la caridad y la ayuda a los necesitados, Beatriz nunca se casó ni tuvo descendencia. Su vida se centró en servir a su comunidad y dar esperanza a los desfavorecidos.
La desaparición de Beatriz en 1315 fue un misterio que nunca se resolvió. Se cuenta que un día, mientras paseaba por los jardines de su residencia, fue envuelta por una luz resplandeciente que la hizo desvanecerse ante los ojos de los testigos. Algunos creen que ascendió a los cielos como recompensa por su bondad, mientras que otros aseguran haberla visto posteriormente en sueños, guiándolos en momentos de dificultad.