Beatriz de los Bosques: La Encantadora de Aves

Beatriz de los Bosques nació en una fría mañana de invierno en el año 1632 después de Cristo, en el pequeño pueblo de Robledal, ubicado en las profundidades del bosque de la Península Ibérica. Su vida llegó a su fin en el año 1705, siendo recordada como la mujer que tenía la capacidad única de comunicarse con las aves y que utilizó este don para proteger la vida silvestre y preservar los bosques.

Beatriz era de estatura pequeña, con una tez pálida y pecosa que delataba sus años pasados bajo la sombra de los árboles. Su cabello, tan oscuro como la tinta, caía en cascada sobre sus hombros, a menudo adornado con plumas de colores que recogía de las aves. Sus ojos, grandes y marrones como las nueces, parecían reflejar la sabiduría de la naturaleza. Vestía túnicas hechas de fibras naturales que se mezclaban con hojas y ramas, y siempre llevaba consigo un pequeño nido donde las aves confiadas se posaban sin temor.

Desde su infancia, Beatriz tenía una conexión especial con las aves. A medida que crecía, esta habilidad se volvía más fuerte, y pronto se dio cuenta de que podía comprender sus cantos y vocalizaciones. Pasaba horas en el bosque, hablando con los pájaros, escuchando sus historias y aprendiendo sobre la vida en el mundo de las aves.

A lo largo de su vida, Beatriz emprendió numerosas travesías por los bosques de la Península Ibérica, acompañada de bandadas de aves que la guiaban y protegían. Su amor por la naturaleza la llevó a luchar contra la deforestación y la caza furtiva. En una ocasión, se enfrentó a un grupo de cazadores furtivos armada solo con un enjambre de abejas que convocó para defender a una familia de zorros.

Una de las hazañas más destacadas de Beatriz fue cuando convenció a un águila real para que la llevara en un viaje aéreo a través de los picos más altos de las montañas. Durante ese vuelo, presenció una vista impresionante de la tierra que amaba y se sintió más conectada que nunca con la naturaleza.

Beatriz también tenía un lado juguetón y a menudo contaba anécdotas surrealistas sobre conversaciones con búhos sabios y fiestas de baile con flamencos rosados en el río. En una ocasión, se sumergió en un estanque y emergió con un vestido hecho de pétalos de loto y hojas de lirio, dejando a todos los presentes atónitos.

A lo largo de su vida, Beatriz conoció a otros amantes de la naturaleza y compartió su don con aquellos que estaban dispuestos a escuchar el lenguaje de las aves. Aunque nunca tuvo una pareja romántica ni hijos, consideraba a las aves como su familia.

La muerte de Beatriz fue tan inusual como su vida. Se cuenta que una noche, mientras dormía en su cabaña en lo profundo del bosque, un enjambre de luciérnagas la envolvió y la levantó hacia el cielo, donde desapareció entre las estrellas. La gente del pueblo creía que se había convertido en una constelación brillante que aún guía a los viajeros perdidos en el bosque.

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